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Foto del escritorAnaline Cedillo

San Pancho, entre amigos

... o dónde hacer volunturismo en Riviera Nayarit.


Viajé a San Pancho por primera vez hace varios años. Una buscando a un gringo que me había flechado cuando vivía en Guadalajara, y luego como reportera cuando trabajaba para un periódico.


En mi recuerdo este rinconcito de Riviera Nayarit se congeló como una playa casi desierta, donde al atardecer la arena dorada y los rayos del sol se confundían en una bruma cálida que envolvía a los surfistas mientras salían de las olas. Recuerdo el brillo de una botella de cerveza. Y por instantes ver en los cristales de unos lentes de sol, cómo una bola de fuego se apagaba en el mar nada pacífico.


atardecer en San Pancho, Riviera Nayarit
Atardecer sin filtros desde la terraza del hotel Maraica, en San Pancho.

Pensé que en mi memoria tenía idealizado este lugar. Pero el año pasado que pude volver, disfruté de nuevo un espectacular atardecer. De los mejores en estos días de pandemia.


Es verdad que me encontré con un pueblito costero mucho más vivo de lo que recordaba. Con más gente que decidió dejar la ciudad y mudarse a orilla del Pacífico. Con más restaurantes o tienditas de diseño (de las que prometo contarles en otra entrada). Ah, y un hotel horrible justo a pie de playa que rompe completamente con el entorno y del cual muchos habitantes de la comunidad reniegan con justa razón.



Pero a pesar del mini ajetreo, sentí que el espíritu de San Pancho todavía estaba ahí cuando regresé a Entreamigos. Situada a la entrada del pueblo, esta organización sin fines de lucro es un auténtico refugio para los habitantes del destino, y la muestra de que proyectos que persiguen un bien común tienen futuro.


Su historia comenzó en 2006 debajo de un árbol de mango, cuando Nicole Swedlow, comenzó a dar talleres a niños y niñas. Hoy Entreamigos concentra una biblioteca comunitaria, centro de reciclaje, galería, cafetería y área para clases y talleres. Y, además, tiene un programa de becas educativas para niños y jóvenes de la localidad.


El edificio, una antigua procesadora de lácteos, se ha convertido en un espacio donde se aprovechan los residuos de maneras muy creativas y quienes aquí pasan su tiempo de alguna u otra manera salen transformados.


Cualquier viajero puede acercarse a este centro comunitario para conocerlo, e incluso involucrarse en alguna tarea de voluntariado o hacer un donativo. El primer contacto se puede hacer a través del sitio web y la sugerencia es hacerlo antes de viajar al destino para cuadrar todo con antelación. Si tenemos el privilegio de viajar, ¿por qué no dar algo a cambio?


Yo ya cuento lo minutos para regresar.



PD. Hice este viaje como parte de mi trabajo en revista Aire y con la colaboración de la Oficina de Visitantes y Convenciones de la Riviera Nayarit.


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